Nunca me he considerado un hombre tímido, sino todo lo contrario. Suelo demostrarme tal cual soy y no renegarme nunca, pero el día de ayer me di cuenta en algo que si soy tímido, inclusive considero que demasiado, quizás incluso trabado y es enseñar mi emociones al resto... Estábamos en una clase que tenemos llamada "desarrollo personal y creatividad" y teníamos que hacer algo (planta, animal o cosa) que nos representara pero sólo con papel de diario. Yo hice un fénix, pensando en todas aquellas veces que me sentí débil y siempre, siempre hubo alguien para acompañarme, ya sea un familiar, un amigo, Dios o quien sea, esos seres que te hacen elevar con más fuerzas tu fuego, pero así mismo recordé a esas personas que me gastaron, aquellas que me prometieron amistad y me entregaron interés, otras que me prometieron fidelidad y entregaron mentiras y de aquellas que prometieron amor y entregaron egoísmo. Todas aquellas que me hicieron sentir en ciertos momentos soledad y más allá de eso, que vuelves a las cenizas... Y te sientes mal, inclusive mientras pensaba en qué iba a decir me daba pena, más que por lo que sentía era porque yo creí en aquellas personas, porque de verdad me encontraba en ellas, pero no fué así y es por esto que por algo o por alguien que encendió el fuego de nuevo fué que reencontrándome en mis propias cenizas volví a emprender el vuelo, pero cada vez más alejado, más ofuscado, convirtiéndome ya no en el fénix que vuela a entregar su fuego a cualquiera que lo necesite, sino cada vez convirtiéndose más en un haz anaranjado que vuela cada vez más lejos y se convierte mito... Bueno, volviendo al punto, me dí cuenta que a pesar de todo cuando demuestro mis emociones lo hago sólo en un momento de extrema confianza y aún así me cuesta, en la clase pensé en todo un discurso, pero cuando me puse de pié bloqueé todo y me puse a hablar de cualquier idiotez, dándome cuenta que entre tantas bromas y falta de seriedad utilizo un escudo para no mostrar esa otra identidad, esa que sólo se le enseña a quien esté dispuesta/o a aceptar a una persona que de verdad necesita su tiempo para poder hablar, como una cueva llena de misterios pero que sólo unas/os pocos se atreven a investigar.